Como vemos en muchos de los artículos de este blog, ser mujer emprendedora y “no morir en el intento” es bastante complicado. Un ejemplo concreto: el otro día estuve tomando un café con Raquel, una buena amiga que este año ha decidido crear su propia empresa de traducción. El perfil de esta mujer es como el de muchas otras valientes de nuestro país (la autora de ésta nota es española): 40 años, casada, con dos hijos todavía pequeños y padres y suegros relativamente mayores, una trayectoria profesional de altísimo nivel y muchas, muchísimas ganas de trabajar para sí misma.
Como yo también soy emprendedora, le pregunté a Raquel qué era lo peor de su día a día, la principal barrera que veía para mantener y hacer crecer su proyecto profesional.
Fuente: http://www.mujeresdeempresa.com/Yo pensaba que me iba a responder algo típico como, por ejemplo, la dificultad de encontrar nuevos clientes que prefirieran traducciones de calidad, la falta de financiación o la brutal competencia de las/os colegas de países americanos. Pero no. Raquel me respondió con una sola palabra que a muchas personas les puede sonar a chino: Procrastinación...
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